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Por Carmen Parejo Rendón
"Destruir el mundo colonial es, ni más ni menos, abolir una zona, enterrarla en lo más profundo de la tierra o expulsarla del territorio", escribió Frantz Fanon en 'Los condenados de la Tierra'.
La participación del continente africano en el desarrollo del modo de producción capitalista a nivel mundial se basó, inicialmente, en el secuestro de miles de seres humanos que fueron trasladados fundamentalmente al continente americano, para ser explotados como esclavos y garantizar con ello una acumulación sin precedentes que favoreció de forma específica el ascenso hegemónico europeo.
Este fenómeno supuso una racialización de la esclavitud, que no solo favoreció un relato para la justificación de una acumulación de riquezas en un polo con su correlato de desposesión en otros territorios, sino que el uso y abuso de la justificación de la barbarie europea en África es la base para el desarrollo de la ideología racista que aún pervive en la mirada que desde fuera del continente africano se tiene a la hora de analizar la realidad del mismo.
La llamada Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial, escenificó el expolio a través de la desposesión y la deshumanización que desde Europa practicaban contra los colonizados. Una guerra de rapiña sobre África que no contaba con los propios africanos como sujetos de su propia historia, sino simplemente como herramientas a disposición del colono o de observadores del actuar del "otro", sobre un territorio que, aunque, les había visto nacer, les había sido arrebatado. Solo debemos acudir a cualquier libro, película o producción cultural occidental para ver cómo la mirada africana se obvia de forma sistemática para conocer cómo fue repartido su propio territorio.
Desinformación y estereotipos
Una de las principales armas de la desinformación es aprovechar que cada vacío se rellena con prejuicios. Dar una información sin un contexto activará, por tanto, todos los estereotipos relacionados con dicho conflicto. El estereotipo sobre el continente africano tiene su raíz en el racismo y en el colonialismo, y será esto lo que rellene los vacíos informativos.
En los medios occidentales, tras lo acontecido en Níger, se han destacado dos ideas fundamentales: señalar el golpe de Estado como un símbolo de la "violencia natural" en la zona y destacar la necesidad de articular mecanismos para evacuar de forma inmediata a los europeos que se encuentren en el país.
Al más puro estilo de Josep Borrell, debemos devolver a la seguridad del "jardín" a aquellos que se encuentran perdidos en los problemas de la selva.
A su vez, el presidente francés, Emmanuel Macron, rápidamente amenazó a la nueva autoridad nigerina con una intervención para asegurar los intereses franceses en el país, tras declarar estos que el uranio de Níger dejaría de ser exportado a Francia. Uno de los lemas que coreaban los manifestantes que apoyan el golpe en el país hacía mención a que, mientras iluminaban Francia, ellos vivían en la oscuridad.
Según datos del Banco Mundial, solo el 18,6 % de la población de Níger tiene acceso a la electricidad, mientras que proveen el 40 % de la electricidad de las ciudades francesas a través de la exportación del uranio nigerino.
Una nueva pugna geopolítica
Otros análisis, que tratan de ser más sesudos, evalúan este golpe dentro de una dinámica mayor, donde se está produciendo un rechazo a las antiguas metrópolis que mantuvieron un dominio neocolonial del continente, destacando Francia, y una nueva escenificación de la pugna geopolítica entre los aliados atlantistas y su mundo unipolar y el ascenso de otras economías, como la rusa, la china o la india y su influencia en el continente africano.
Para algunos de estos analistas, el hecho de que algunos manifestantes que apoyan el golpe de Estado en Níger porten banderas rusas significaría algo así como una constatación de la implicación del país en dicho golpe. Una vez más, lo que nadie plantea, es la visión africana al respecto de lo que ocurre en su propio territorio o de una lectura geopolítica con base en sus propios intereses.
Quizás lo que nos falle como analistas educados en la mentalidad eurocéntrica, estereotipada y racista, sería escuchar, aunque sea por primera vez, la lectura que desde los pueblos africanos hacen sobre su propia realidad y la del mundo.
Los procesos de independencia
La mayor parte de los actuales países africanos obtuvieron su independencia tras la Segunda Guerra Mundial por los procesos de descolonización, ya sea a través de la lucha armada o mediante acuerdos políticos. El contexto de la Guerra Fría favoreció el escenario para los países del llamado 'tercer mundo', que en medio de un equilibrio de las relaciones internacionales, obtuvieron un espacio para el desarrollo de sus propias luchas emancipatorias.
Estos procesos de independencia recibieron un fuerte rechazo por parte de las antiguas metrópolis. Líderes destacados de las revoluciones de independencia africana fueron asesinados bajo la orden de los países que les habían colonizado. Son varios los casos, como el de Patrice Lumumba en el Congo, Thomas Sankara en Burkina Faso, Amílcar Cabral en Guinea Bissau, entre muchos otros. Puede que en Europa hayan conseguido borrar estos nombres de la historia, pero no ha ocurrido así en África.
Estos últimos días se hizo viral el mensaje del presidente interino de Burkina Faso durante la cumbre bilateral África-Rusia. Las referencias al padre del 'país de los hombres íntegros' constatan, una vez más, que la huella de sus libertadores sigue recorriendo los caminos del continente.
Tras la caída del bloque socialista, estos países, construidos bajo la lógica colonial y ajenos a un desarrollo de infraestructura que no fuese el estrictamente necesario para el expolio de sus recursos y materias primas, se quedan aislados y sin opciones en el plano de las relaciones internacionales a nivel político y comercial.
El ascenso del mundo unipolar, liderado por EE.UU., supuso un freno a la emancipación de estos pueblos, que debieron subsistir manteniendo las principales estructuras económicas de la colonia. Como meros exportadores de materias primas, con una oligarquía corrupta al servicio de estos intereses extranjeros, con un aumento de la violencia y el enfrentamiento étnico azuzando el avispero de unas fronteras ficticias creadas por los colonos. Dominados en su soberanía política por organismos internacionales que, en base a una deuda articulada como un elemento de dominación, controlaban cada intento de cambio soberano que pretendiera ejecutarse.
Un mundo nuevo
Sin embargo, el mundo hoy ha cambiado. El auge de otras potencias económicas como Rusia, La India, Turquía, Irán o China ha facilitado que hoy en día muchos países africanos puedan diversificar y elegir nuevos socios en la esfera económica y comercial y negociar bajo sus propios intereses. Este elemento está siendo clave también para recuperar los procesos de descolonización que quedaron en suspenso tras la imposición del mundo unipolar. Simplemente ahora las condiciones materiales se ven claramente favorecidas.
Lejos de lo que dicen los sesudos analistas occidentales, no se trata de cambiar unos socios comerciales por otros, sino de cambiar el viejo mundo colonial por uno nuevo.
Un mundo nuevo con unas nuevas relaciones internacionales más democráticas que faciliten la potencialidad de los pueblos para su desarrollo interno y su garantía de soberanía política.
África también está construyendo el multilateralismo, y aunque a las mentalidades occidentales y racistas les cueste acostumbrarse, lo están haciendo con su propia voz.
Carmen Parejo Rendón es escritora y analista en distintos medios audiovisuales y escritos. Directora del medio digital Revista La Comuna. Colaboradora en Hispan TV y Telesur. Enfocada en el estudio y análisis de la realidad latinoamericana y de Asia Occidental.