Pepe Mujica: "No quiero llanto ni pena"

 

Arte: Melisa Blois

La revista Anfibia publica una entrevista con el gran Pepe Mugica. El militante eterno, considerado el último líder de su generación, falleció a los 89 años en su residencia de Rincón del Cerro, cerca de Montevideo. El año anterior, tras ser diagnosticado con cáncer de esófago, cerró su última campaña política con un emotivo discurso que sonó a despedida: “Cuando mis brazos se vayan habrá miles de brazos sustituyendo la lucha”. En su movimiento final, buscó asegurar el futuro: promover la renovación del Frente Amplio y garantizar que las ideas a las que dedicó su vida prevalezcan, con o sin su presencia. Resulta complicado imaginar una era política sin él, sin su irreverencia, sus discursos y sus pausas. Sin aquella voz única del político al que todos, pese a las diferencias, prestaban atención. Esta es la historia de su vida.

Por Soledad Gago

Epílogo: el final

Primero de marzo de 2015. Montevideo, Uruguay.

Así se despide un hombre que sabe que nunca se irá.

—No me voy. Estoy llegando. Me iré con el último aliento, y donde esté, estaré por ti, estaré contigo, porque es la forma superior de estar con la vida. Gracias, querido pueblo.

José Alberto Mujica Cordano, Pepe, tiene 79 años. Esta mañana se levantó temprano, prendió el tractor, trabajó en el campo, se bañó, se puso una camisa blanca, un traje negro impecable. Se peinó el cabello hacia atrás. Se subió al asiento del acompañante de su Volkswagen Fusca celeste, anduvo 13 kilómetros desde la chacra en la que vive junto a su esposa Lucía Topolansky —senadora— en Rincón del Cerro, en las afueras de Montevideo, hasta la Plaza Independencia, en el centro de la ciudad. En el camino frenó, saludó a las miles de personas que lo esperaban, pasó por la estación de servicio, cargó nafta, le dejó propina al playero, y escuchó a una periodista preguntarle si ese era el día más emotivo de su vida.

Pepe se acercó a ella sin bajarse del auto. Se encogió de hombros y, como si nada pudiera perturbarlo, ni siquiera estar viviendo el último día como presidente de la República del Uruguay, respondió:

—Ustedes no entienden. No pueden entenderlo. El día más emotivo de mi vida fue cuando me trasladaron de Paso de los Toros a la cárcel porque ahí me di cuenta de que la dictadura se estaba derrumbando. Esto es un poroto al lado de aquel día.

Después siguió, llegó a la plaza, caminó entre una multitud que lo esperaba cantando su nombre —Pepe, Pepe, Pepe— diciendo gracias, viejo querido, gracias. Saludó a Tabaré Vázquez, que estaba por asumir como presidente —y que concretaba 15 años consecutivos del Frente Amplio, su partido, en el gobierno— con un abrazo apretado, grosero, triunfal. Se subió al escenario, aún con la banda presidencial atravesándole el torso, y dijo eso de que los cinco años de gobierno habían pasado rápido, eso de que no se iba, de que estaba llegando: gracias, querido pueblo.

Acto 1: hoy

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