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Un Massa desafiante y un Milei disminuido producen el último debate antes de las presidenciales

Foto Ilustrativa web

Por Ociel Alí López

Como se dice en el fútbol: la mejor defensiva es el ataque. Así se desplegó la estrategia que aplicó Sergio Massa en el debate presidencial argentino, ocurrido este domingo.

La cancha de Massa, antes del juego, parecía inclinada en su contra y el peronista tenía todas las de perder, de ser arrinconado. Era un candidato que parecía ser el objeto del 'bullying' político más resonado en el país. Sin embargo, tuvo la habilidad, apenas sonó al pitazo inicial, de ir al ataque, de no salir del campo de su oponente y de propinar tiro tras tiro a la portería rival que se veía colapsada.

No es cualquier cosa. La situación económica de Argentina está trastocando la sociedad. La inflación luce descontrolada y los índices macroeconómicos colocan muy mal al país que parece no poder salir del laberinto que dejó la relación del Fondo Monetario Internacional (FMI) con el expresidente Mauricio Macri. Así las cosas, el titular de la cartera más objetada del gobierno actual parecía que iba a ser acribillado, pero no fue así.

Milei sabía que tenía que replegarse ante la arremetida, pero sus movimientos no estaban lo suficientemente ensayados como para lanzar contraataques efectivos.

El candidato de derecha radical, Javier Milei, quien en su carrera política siempre lució, plató tras plató, en el gran atacante, el pivote que filtraba la defensa a diestra y siniestra, parecía que tenía todo a su favor en este show, el más importante de su carrera, pero al fin y al cabo, uno más en su zona de confort: el campo mediático.

Repliegue de Milei

Sin embargo, durante el partido, no salió de su propia área, defendiéndose de manera desesperada y, a lo sumo, realizando despejes muy generales, abstractos y nada novedosos. El repertorio táctico resbalaba en el campo argumentativo. Se mostraba dubitativo y erróneo. Sabía que tenía que replegarse ante la arremetida, pero sus movimientos no estaban lo suficientemente ensayados como para lanzar contraataques efectivos.

En cambio, Massa no paró de avanzar desde el pitazo inicial. Introdujo temas nuevos sobre la figura de Milei quien, según dijo, habría sido rechazado por el Banco Central después de una breve pasantía y una prueba psicotécnica. Era el dato que faltaba para sellar la narrativa sobre un candidato "paranoico", "mentalmente insano" e "irresponsable".

La renuncia de Milei a hablar ciertos temas, el cansancio que expresaba, y las respuestas ineficaces mostraron un candidato muy diferente al que vimos hasta el día de la primera vuelta. Parece que ha perdido el piso, el norte, pero sobre todo ha perdido esa furia que le permitía hablar desde las afueras de "la casta", como un personaje 'outsider' que se había mantenido impoluto, en la atribulada política argentina.

El pasado domingo, en cambio, lucía como un candidato sin entusiasmo y sin capacidad de entusiasmar. Desmentida tras desmentida, para salirse de cada ataque de Massa, Milei iba quedando como un alocado "adolescente" en cuanto a manejo del Estado se refiere. Un "irresponsable" de la política que un día dice una cosa, otro dice otra.

Como alguien que está en proceso de arrepentimiento de lo que ha dicho sobre las ayudas sociales, el papa Francisco, la educación y la salud. En fin, como un chico de pantalón corto con ideas buenas (para unos) pero sin la capacidad de exponer su áurea como para ocupar la jefatura de Estado que pueda llevar a Argentina a buen puerto en medio de la tempestad.

La jugada de Massa

Ese puesto de capitán de equipo que se elegirá el próximo domingo lo ha tratado de conquistar Massa demostrando dotes de gestor de política pública y manejo de la jefatura del Estado. Independientemente de lo que se diga de Massa en torno a su participación en el actual gobierno, da noción de alguien que se está responsabilizando por la conducción del país.

La estrategia de Massa logró cambiar el sentido al debate, es decir, que la gente dejara de preguntarse por "lo mal que lo está haciendo el gobierno de hoy" y más bien lo hiciera por el hipotético gobierno distópico que ofrece Milei. Massa da noción de alguien que se está responsabilizando por la conducción del país. A favor de Milei puede decirse que no permitió que le sacaran de sus casillas y se mantuvo en los límites de las respuestas racionales, no iracundas, como las que ha explayado en varias ocasiones.

Algún analista decía que, en el balotaje, el elector piensa un poco más racionalmente que por puro entusiasmo, como sí lo puede hacer en las primarias o la primera vuelta. Ya no se trata que el ciudadano en un momento de rabia sea poseído por la lógica de "Argentina está rota", "estoy volviéndome loco por la situación", "estoy más que molesto a punto de estallar de cólera" y entonces voto "al que está loco y quiere terminar de romper todo". Es esa exposición la que parece haberse estancado como propuesta política.

En las segundas vueltas se impone más bien otra lógica: por más que sienta malestar tampoco quiere votar, ya como presidente de la República (y no como ganador parcial), por alguien que "también está roto", que "muestra su vengativa furia" y que genera un riesgo de que "lo poco que queda" también se deslave.

Milei, después de las primarias, siguió con su estrategia radical, pero cuando la tendencia de su crecimiento se retuvo, empezaron a mermar sus capacidades de convencimiento y ahora, en este debate, pareció que esa tendencia ya no era solo electoral sino que se develaba en su animosidad. Se produce así la imagen, que ya estaba presente en sus últimas presentaciones, que "el león" no supo preparar las retiradas tácticas, ni replegarse de forma segura, ni de conquistar nuevos electores más allá de sus "barras bravas", sino que está en un terreno inseguro e indeterminado.

En algún momento del debate, cuando transcurría el ítem sobre la seguridad y cedió la palabra a Massa, pareció "colgar los botines". Cuando uno se imaginaría que el candidato de oposición tiene los suficientes argumentos para enfrentar a alguien que asume su responsabilidad en el actual estado de cosas, donde los crímenes y las tasas de violencia y de delincuencia se han venido disparando, la pólvora pareció estar mojada y el atacante no solo no pudo definir, sino que por cansancio decidió entregar el balón.

Milei, después de las primarias, siguió con su estrategia radical, pero cuando la tendencia de su crecimiento se retuvo, empezaron a mermar sus capacidades de convencimiento. Además, Massa supo ocupar muy bien la idea de Nación, especialmente cuando interpeló a Milei, con el tema de las Malvinas y la valoración positiva que tiene sobre Margaret Thatcher, a quien el primero declaró como enemiga. Punto a favor para atraer el voto de radicales y peronistas que se encuentran en la órbita del malestar y el escepticismo.

Los contraargumentos de Milei, como las salvadas de último segundo del portero, apenas le permitían tomar oxígeno, pero el discurso que ha contraído a lo largo de su vida como candidato, que ya lleva bastantes años desarrollando un programa maximalista y tremendista para una sociedad tan compleja como la Argentina, anoche, en el debate presidencial, hizo aguas.

Milei resbaló cuando pisó el terreno de la realpolitik en el que tenía que colgarse a antiguos adversarios que le generaron un peso extra que lo ralentizó aun más. La estrategia electoral de Massa se está basando, después de la primera vuelta, en ocupar al sector centroderecha o derecha moderada y es probable que esto lo haya direccionado muy bien, con las arengas nacionalistas en el tema Malvinas, la defensa del Estado de bienestar, e incluso, hasta en el tema de la seguridad que es uno que siempre monopolizan las derechas.

La reforma del Estado que propone Milei por sí misma ha generado miedo en la población, pero también inmovilización en el candidato, ya que en la medida en que trata de salirse de sus puntos radicales y gira hacia el centro moderado, va perdiendo sus barras bravas y esas barras bravas no son solamente las extrema derechas, sino las que se producen en las profundidades del malestar social y se transversalizan por todo el tejido nacional, hasta en los sectores más excluidos donde las propuestas que lleva Milei son explícitamente de abandono a los más pobres, esos que terminarán decidiendo el próximo domingo si se alejan del peronismo o si prefieren otra vez, como en nueve veces anteriores, acobijarse en su seno.

Las cartas están echadas, las encuestas demuestran resultados muy cerrados: este debate podría haber sido definitorio. Eso lo definirán las urnas el próximo domingo.
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